Cuando era pequeña me pasé largas horas buscando en las orillas de los naranjos tréboles de cuatro hojas. “Dan suerte” nos decían y como a esa edad aprobar los exámenes era una cuestión de suerte, decidí invertir mi tiempo buscándolos por si acaso sonaba la flauta. Después fui creciendo y deje esta costumbre, como tantas otras que vamos olvidando con el paso del tiempo. Hace unos días mientras paseaba con las perras por el campo, me vinieron a la memoria las tardes de la niñez invertidas en esa búsqueda y la alegría de encontrar uno, que aventuraba la suerte de que no nos regañaran por andar ganduleando
Pero ¿Qué es en realidad la suerte y cómo se logra? Para mi la suerte llega cuando somos capaces de percibir las señales que nos envía la vida. Si somos capaces de estar atentos y comprender su significado, nos daremos cuenta de que siempre estamos al borde de un momento fascinante. Atreverse a cambiar y no tener miedo es sinónimo de buena suerte. Lo único que sabemos del futuro es que será distinto, pero quizás nuestro temor es que siga siendo igual. Por eso debemos celebrar los cambios, todos ellos son tréboles de cuatro hojas que nos traen una nueva oportunidad.
Y es que como decía Benjamin Franklin, la felicidad generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días. Y en Antas todos los días encontramos tréboles de cuatro hojas